miércoles, enero 30, 2013

Ampliación del campo de batalla, de Michel Houellebecq

"¡Todos quietos! Esta noche manda mi polla" dijo el escritor, y se puso a escribir. Algo así, más o menos, debió ocurrir el día que Houellebecq comenzó su primera novela: Ampliación del campo de batalla.

Escritor y, sobre todo, personaje polémico, a la crítica literaria siempre le ha costado bastante disociar al escritor francés de su obra a la hora de criticar sus textos. Eso le ha beneficiado, sin duda alguna, en lo económico, pero probablemente le ha perjudicado en lo literario. Las opiniones vertidas por los personajes de sus libros siempre se han tomado como opiniones personales suyas, y la vida relatada en sus novelas se ha confundido con la suya propia. Él mismo ha seguido ese juego, como al insinuar que la madre hippie y drogada de los hermanos de Las Partículas Elementales estaba basada en su propia madre. Así pues, ¿qué nos queda? Un tipo misógino, individualista, pervertido, racista, xenófobo y acomplejado por su propia infancia que expone su vida personal a través de sus novelas. Venga, a ver qué tiene que contarnos.

Personalmente, ni me va ni me viene la realidad sobre Michel Houellebecq. Conozco poco o nada de su vida privada (más allá de saber que vive en Cabo de Gata) y ni me interesa. De sus novelas, por otra parte, he leído ya unas cuantas: Las Partículas Elementales, Plataforma, El mapa y el territorio y, por último, su primera obra: Ampliación del campo de batalla. Las tres primeras cronológicamente (Ampliación, Partículas y Plataforma), forman una trilogía cuyo tema principal es el aislamiento del hombre contemporáneo, y el análisis de cómo el sexo supone uno de los más violentos yugos que nos someten. Me refiero al sexo en toda su extensión. No sólo a la práctica física, sino también al sexo como medio de diferenciación, instrumento de la publicidad y valor moral por encima de cualquier otro valor aplicable al ser humano, según nuestra particular y contemporánea escala de valores (cualquier otro atributo del ser humano –poder, inteligencia, sentido del humor, sabiduría, riqueza- sólo tiene sentido si nos conduce al sexo. De lo contrario, es simplemente una pérdida de tiempo).

Resumiendo todo lo anterior: Houellebecq es como Camus, pero con frustrados sexuales (y muchas páginas de folleteo, que siempre da jugo –nunca mejor dicho-…). Camus escribe en Calígula: “Los hombres mueren y no son felices”. Houellebecq, escribe en Ampliación

He vivido tan poco que tiendo a imaginar que no moriré nunca. Me parece inconcebible que una vida humana se reduzca a tan pocas cosas. Sin embargo, tendemos a imaginar que algo nos va ocurrir, tarde o temprano. Terrible error. Una vida bien puede ser vacía y breve. Los días transcurren, pobremente, sin dejar ni rastro ni recuerdo. Y luego, de golpe, se paran.



Ampliación, es el primero y, probablemente, más flojo de sus intentos por revelar la trampa del ser humano contemporáneo.

Es una novela corta, contada en primera persona, que nos cuenta los viajes laborales que tienen que hacer a pueblos de provincias un par de empleados del Ministerio de Agricultura francés, con el fin de enseñar a manejar un nuevo programa informático a los empleados de las administraciones regionales. El protagonista, presa del “Desencanto”, se dedica a observar a las personas que le rodean y sus mecanismos de relación como el que mira animales en el zoo, como si la cosa no fuera con él. Para él, el sexo condiciona nuestras vidas, en igual medida que el dinero: 

Sin duda, me dije, en nuestra sociedad, el sexo representa claramente un segundo sistema de diferenciación, totalmente independiente del dinero, y se comporta como un sistema igual de despiadado. El liberalismo económico es la ampliación del campo de batalla, su ampliación a todas las edades y a todas las clases sociales. Igualmente, el liberalismo sexual es la ampliación del campo de batalla, su ampliación a todas las edades y a todas las clases sociales.

Para el protagonista, la vida moderna supone un mecanismo despiadado y cruel, que devora a los seres humanos que no son capaces de adaptarse a sus juegos. Así, de la misma forma que una persona que no consiga hacer dinero tendrá vetada la entrada a ciertos aspectos de la vida (una vida plenamente consumista, entiéndase), una persona que no consiga hacer valer su estatus sexual, será igualmente condenada en esta segunda escala de medida. Uno puede tener la idea de que no es necesario entrar al juego sexual de cara a mantener una vida integrada en la sociedad, pero aquí es donde la novela se pone firme: no se puede. El sexo se ha convertido en un valor ineludible para formar parte de nuestra sociedad. La publicidad está absolutamente condicionada por el sexo y, a su vez, muestra al sexo como objetivo final de la vida (la colonia te lleva a la chica, el coche te lleva a la chica, el Smartphone te lleva a la chica, y hasta el curso de guitarra de CCC te lleva a la chica…); las sociedades se distinguen por su tratamiento del sexo (algunos musulmanes viven convencidos de que en Occidente la vida y las mujeres son lujuriosas), etc. 

La sexualidad es un sistema de jerarquía social.

Para colmo, no sólo fijan el sexo como condicionante de nuestra vida, sino el sexo (o la vida sexual, mejor dicho) que tuvimos en nuestra adolescencia. El adulto es un adolescente debilitado. Para el protagonista, cualquier acto de nuestra vida adulta, es un mero intento de corregir nuestros defectos y carencias de la adolescencia, una lucha contracorriente por un objetivo inalcanzable, cambiar una época pasada de nuestra vida que nos ha dejado unas trazas imborrables. 

De todas formas, ya es tarde. El fracaso sexual, Rafael, que sientes desde tu adolescencia, la frustración que te persigue desde los trece años, te han dejado unas marcas imborrables. Aunque supongamos que, a partir de ahora, puedas disfrutar de las mujeres, no te servirá; nada te servirá. Siempre serás huérfano de los amores adolescentes que nunca conociste. En ti la herida es ya dolorosa, e irá a más. Una amargura atroz, sin remisión, acabará por llenar tu corazón. Para ti, no hay ni redención ni liberación posible. Es así.

Taraaaaan!

Niños y niñas del mundo, ahí tenéis aquí tenéis a Houellebecq, listo para ser leído en todas las clases de quinto de primaria que se precien, si es que los profesores quieren preveniros y ahorraros algún que otro trauma adolescente. Misógino (Ese agujero que ella tenía debajo del vientre debía de parecerle absurdamente inútil. Una polla siempre podemos cortarla, ¿pero cómo poder olvidar el vacío de una vagina?) e individualista (había tenido siempre, como todos los depresivos, una fuerte tendencia al egoísmo y a la ausencia de corazón). Vamos, como la vida misma. Entre el all-bran y Houellebecq, me quedo con el francés.

Sexo: Mmm, aquí hay trampa. Se habla mucho sobre sexo, pero en la novela apenas hay un par de masturbaciones y un poco de espionaje sexual (a dos que se lo montan en una playa). En esto Las Partículas gana de calle.  
Naves espaciales: Nada. Si hablamos de funcionarios franceses de provincias, no pega mucho que aparezcan cohetes ni por la tele. Otra vez será.

sábado, enero 19, 2013

Los tres estigmas de Palmer Eldritch, de Philip K. Dick

Si el pobre Palmer Eldritch volvió con tres estigmas de sus viajes interplanetarios (brazo robótico, ojos artificiales y dientes de acero, así de dura es la vida más allá del Sistema Solar) el bueno de K. Dick tenía sus propios tres (o al menos sus novelas):
- Realidades paralelas
- Drogas
- Religión

Trilogía de trilogías, escogiendo una de cada: Salud, dinero y amor (¿acaso no son la salud y el amor, a largo plazo, meras realidades paralelas?); sexo, drogas y rock & roll y la santísima trinidad. Dales a todos su merecido, Philip.

Los tres estigmas es una novela un tanto errática… ideas muy potentes aparecen una página y desaparecen a la siguiente sin llegar a cristalizar por completo, en un argumento un tanto irregular protagonizado por unos personajes que no están lo suficientemente desarrollados. Se diría que Philip K. Dick tenía tantas cosas que decir en tan poco tiempo, o con tan pocas páginas por delante o con tan poca paciencia, que no tenía más remedio que abandonarlas una vez las quitaba de su cabeza. Con todo, la novela me parece cojonuda.

Hasta hacer un breve resumen de ella se hace complicado (y un tanto inútil también, pues en Internet abundan). Aún así, ahí va.


El bueno de Palmer Eldritch vuelve a bombo y platillo al Sistema Solar tras años perdido por ahí, gracias a la ayuda de la ONU (que ahora controla todo el sistema) y con un descubrimiento revolucionario bajo el brazo: el Chew-Zi. Una droga (legal, con el visto bueno de la ONU) que amenaza con cambiar a la especie humana y su forma de vida. El slogan ilusiona, cuanto menos:

DIOS PROMETE LA VIDA ETERNA. NOSOTROS LA PROPORCIONAMOS

Esta promesa alegra mucho a los habitantes de las colonias de Marte, cuya mísera existencia sólo se ve paliada por las experiencias evasoras que les permite la droga (ilegal) de moda en la galaxia, el Can-Di, que cada vez les complace menos y les sume en melancólicas depresiones.

Por otro lado, esta promesa preocupa mucho a Leo Bulero y a Barney Mayerson. El primero es el dueño de Equipos P.P., una empresa que posee el monopolio del ocio de las colonias en Marte, la muñeca Perky Pat. Esta se vende acompañada de su novio Walt y un montón de accesorios. Lo bueno de esta Barbie de la vida, es que jugar con ella hasta arriba de Can-Di (cuyo mercado también controla Leo Bulero) permite al consumidor convertirse en la Perky y su novio, y disfrutar de esa vida de ensueño nada comparable a las madrigueras rodeadas por el desértico paisaje marciano. Negocio asegurado para Leo Bulero y un incordio para la ONU, que quiere acabar con ese monopolio.

Barney por su parte, lo tiene un poco más complicado. Él trabaja como jefe de consultores pre-fashion de Equipos P.P. en Nueva York. Gracias a su capacidad precognitiva, puede predecir posibles escenarios futuros (esta idea la explotó más aún Dick en la TomCruiseada Minority Report). Divorciado de su mujer, casada ella ahora con un pusilánime y convencido él de que sólo fue feliz en su matrimonio al que sabe que ya no puede volver, inicia un viaje de autodestrucción a ritmo de “a mí todo me la pela, lo que tenga que pasarme que venga a por mí” que le llevará a ser despedido de Equipos P.P. y posteriormente, a ser convocado para ir a las colonias de Marte.

El señor Mayerson es el hilo conductor de la novela. A través de sus ojos conocemos el interior de Equipos P.P., con él viajamos a Marte y conocemos a Anne Hawthorne, la mujer que, junto a la vida en las madrigueras marcianas, servirá de punto de inflexión en la vida de Barney y le hará volver a tomar las riendas de su vida. Anne nos trae la religión, y hace que Barney piense en términos religiosos:

- Vine a Marte porque me equivoqué. –En tu jerga, pensó, a eso se le llamaría un pecado. Y en la mía también, concluyó.
- Le ha hecho daño a alguien, ¿verdad? –preguntó Anne.
Barney se encogió de hombros.

Palmer Eldritch nos trae el Chew-Zi, la revolución. Nos acerca a Dios, o al menos eso nos promete. Su droga, mucho más potente que el Can-Di, no nos proporciona una mera experiencia sensorial a través de una barbie, no nos permite evadirnos de nuestra vida y nuestros cuerpos durante unos simples y breves tres cuartos de hora, no. El Chew-Zi nos traslada a realidades paralelas, durante breves lapsos de tiempo en el “mundo real”, pero durante un tiempo que puede llegar a ser dolorosamente largo en esas realidades paralelas. Puede ser el futuro, puede ser otro planeta u otra realidad. Creada por nosotros o por nuestro subconsciente, lo que no tiene por qué implicar necesariamente que será una experiencia agradable, sino secretamente deseada.

En esos viajes, además, comprobaremos que no estamos solos. Más allá de nosotros, más allá de nuestro propio sueño, una presencia extraña y amenazadora nos acecha e incluso controla en ese mundo. Somos sus prisioneros y dependemos de su voluntad. La experiencia será lo que eso quiera que sea. ¿Se trata del mismísimo Palmer Eldritch? ¿O, por el contrario, se trata de algo más poderoso? ¿Extraterrestre? ¿Divino? No por dios, eso no. Si nosotros no creemos en dios, cómo podemos encontrárnoslo en un colocón. Quién sabe, a lo mejor tan sólo se trata de una forma de vida alienígena, un liquen o incluso un ser intangible, que se perpetúa a través del Chew-Zi, habitando los cuerpos de sus consumidores.

Pero bueno, todo eso son paranoias de Leo Bulero, de Barney Mayerson y de nosotros mismos. Al resto de la gente el Chew-Zi parece encantarle. Es cierto que todos han sentido una oscura presencia pero no le han dado importancia, la experiencia ha sido muy potente, mucho más plena que con el Can-Di y la sucia y rancia de Perky Pat. Oye, ¿qué es lo que te ocurre en la cara? ¿Me preguntas a mí? Sí, sí, a ti. Parece como sí… como si por un momento tus ojos no fueran tus ojos, como si fueran los ojos artificiales de Palmer Eldritch y antes, cuando has sonreído, habría jurado que tus dientes resplandecientes eran de acero, como él. Pero supongo que será la resaca, no creo que te vayan a salir estigmas. Ya te digo tío, qué mal rollo.

Los dos amigos se dicen adiós con la mano, pero ninguno de los dos tiene ya un brazo humano. Son dos brazos robóticos los que se mueven en el aire. El Chew-Zi los ha cambiado (¿contaminado?) para siempre. O eso parece. Dios nos bendiga.


Sexo: Escaso, pero irse a la cama con una mujer llamada Rondinella Fugate tiene que ser la bomba. El desahogo de una integrista cristiana a la puerta de una colonia de Marte también tiene su punto.
Naves espaciales: Colonias en Marte, bases lunares, satélites artificiales habitados orbitando alrededor de la Tierra, viajes a otros sistemas planetarios y encuentros con civilizaciones alienígenas… Nuff said.