lunes, mayo 23, 2011

Necesita mejorar

Todos los cambios son para mejor, o al menos eso dicen, y no seré yo el que lo vaya a poner en duda.


Detectores de metales del mundo, ¡temblad!


Llega una nueva y mejorada versión de un srcocodrilo...

sábado, mayo 21, 2011

Aquellos hombres locos

Acabo de terminar de ver las cuatro temporadas grabadas hasta ahora de Mad Men, la serie creada por Matthew Weiner (guionista de Los Soprano) para la AMC. Dentro del boom de series de televisión de los últimos diez años, se la considera como una de esas series “serias” –es decir, un drama-, al lado de los mencionados Soprano o The Wire, y lejos de otras series de suspense como Perdidos, Fringe o Prison Break, o cómicas como Big Bang Theory, Cómo conocí a vuestra madre o Weeds. A trece capítulos por temporada, esto hace cerca de 40 horas de Mad Men, y puedo decir que no le sobra ni una.

El argumento, de primeras, no resulta especialmente atractivo: La serie transcurre en una agencia de publicidad de Madison Avenue en los años sesenta, época convulsa en los EEUU, con los abuelos contando batallas de La II Guerra Mundial, la Guerra Fría en directo en los televisores y los niños preparándose –aún sin saberlo- para ir a Vietnam. Esta época también vio el nacimiento de la sociedad de consumo, y qué mejor balcón para asomarse a estos años que una agencia de publicidad que gestiona míticas campañas de marketing. Algunas de las campañas son reales y otras se inspiran en ellas (aunque la agencia no lo es), pero curiosamente todas las empresas que acuden a la agencia de Sterling Cooper son empresas actuales… buen marketing para empezar, ¿no?



Hablando de anuncios, la propia serie es un gran anuncio de sí misma (y aquí empiezan los atractivos). Muebles bar en cada escena, locales oscuros con atmósferas de humo, barrios residenciales donde siempre hace sol y la ropa siempre está bien planchada. Una época dorada, el sueño americano en cada casa y la cocacola fría en la nevera. Todos los personajes fuman, ellos y ellas, todos son guapos y lo que es más difícil: elegantes. Todos queremos estar en Mad Men, y ese es uno de los ganchos de cualquier serie que se precie (quién no quería estar en el Oceanic 815 –y sobrevivir, claro está-, y quién no querría tener a Mónica y a Rachel como vecinas…). La serie hace buena la frase de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Si añoramos la época dorada del cine, ¿por qué no volver a ella? Bogart, Bacall, Hayworth, Stewart… los galanes del cine y las mujeres fatales nunca han estado de más, pero eso sí, los diálogos han de estar actualizados. Son diálogos de los 60 pero escritos en el s.XXI, y aquí tenemos otro punto a favor. Los diálogos son un lujo. Todos los frases tienen frases lapidarias, pensamientos arrolladores, pero manteniendo cada uno su propia voz. “Mad Men quotes” devuelve 4 millones de entradas en Google. Esta gente no escribe guiones de televisión, escriben literatura.

The reason you haven't felt it is because it doesn't exist. What you call love was invented by guys like me to sell nylons. You're born alone and you die alone and this world just drops a bunch of rules on top of you to make you forget those facts. But I never forget. I'm living like there's no tomorrow, because there isn't one.

La historia evoluciona sin prisa, y por ahora las ideas no se les han agotado. En ese sentido funciona como Cuéntame, cuya narración va cambiando porque los tiempos van cambiando (de telón de fondo tenemos a los Kennedy, Marylin, Vietnam, los hippies, Warhol…) Al principio de la serie, sólo somos capaces de ver gente que fuma y bebe todo el tiempo pero según se avanza, como si nos detuviéramos largo tiempo a mirar un bodegón, se adivinan las marcas del tiempo: El sueño americano está lleno de borrachos, úlceras, infartos y cáncer. También los tipos duros con traje y corbata se morían, y no sólo por disparos de mafiosos. Y también las rubias americana, felices en sus barrios residenciales, tenían que ir al psiquiatra porque la vida se les caía encima y no sabían que hacer con ella y tanto tequila las estaba mareando. Así que durante la primera temporada lo tenían fácil para hacer capítulos: bastaba con tirar de imaginario común. Hay un par de escenas de la primera temporada que casi la resumen: En la primera, una madre prepara los espaguetis de sus hijos. Mientras mueve la pasta para que la salsa de tomate se mezcle bien, usando cubiertos con las dos manos, sujeta el cigarrillo con la boca. Cae la ceniza y no hay mano que evite que caiga en la comida.

En la segunda, una familia está pasando una agradable tarde en un parque. Brilla el sol, cantan los pájaros, y ellos descansan su almuerzo, echados sobre un enorme mantel, mientras comentan lo bien que están, lo mucho que les sonríe la vida, y lo relajante que resulta pasar un día rodeados de naturaleza. Deciden irse, y los niños y el padre llevan las cosas al coche, la madre se queda atrás, mete toda la comida que ha sobrado en la cesta de mimbre y antes de irse sacude bien el mantel, dejando todos los restos de comida y envases vacíos en medio del parque. El coche pone rumbo casa y la cámara enfoca la puesta de sol.


Aunque hay una serie de personajes que permanecen durante las cuatro temporadas, y llegamos a conocer retazos de la vida de varios de ellos, la serie no es coral. El personaje principal es Don Draper y los demás son secundarios; la serie gira alrededor suyo, de su vida profesional y también de su vida personal. Es su historia aunque a veces para contárnosla se detenga en otras ajenas, que completan el relato. Basada ligeramente en un personaje real llamado Draper Daniels. Él llegó a ser el director creativo de la agencia de Leo Burnett, responsable entre otras campañas, de la mítica del Hombre Marlboro, pero esto es sólo un inútil apunte para iniciados. Don Draper ha conseguido convertirse en el nuevo ícono de la masculinidad, lo cual le da mucha publicidad a la serie, pero a la vez es un personaje muy complejo que da para varias temporadas, sin por ello dejar de ser coherente. Además a Don lo rodean toda clase de mujeres, Betty su exmujer, Peggy su protegida, sus diversas amantes o Joan, la explosiva jefa de secretarias, todo para ofrecernos un completo catálogo del sexo débil. La serie al final, como cualquier obra que se precie, nos habla de nosotros.

Don Draper (about teenagers): The truth is, they’re mourning for their childhood more than they’re anticipating their future, because they don’t know it yet, but they don’t want to die.

Pero sobre todo, la diferencia entre Mad Men y otras series como por ejemplo Perdidos, es que mientras la segunda vivía de la promesa de contar una buena historia en el siguiente capítulo, de esa promesa de la acción que está por llegar será la buena, Mad Men directamente la cuenta. No tiene prisa en narrar los acontecimiento pero tampoco se detiene en escenas banales (y si lo son, están llenas de detalles que hacen que merezcan la pena), no le concede importancia al final de cada episodio, en el sentido de que el punto álgido del argumento no llega al final y precisamente por eso tiene los mejores finales que he visto. La única música de fondo se escucha al cerrar cada uno, y acostumbran a ser canciones de la época que sirven de rúbrica emocional. Los guiones son sólidos, y aunque completos, no llegan a abrumar con excesivos personajes o demasiados acontecimientos, y así como en Perdidos siempre tenías ganas de ver el siguiente para ver si ocurría lo prometido o insinuado, con Mad Men uno quiere ver el siguiente capítulo simplemente para comprobar si es tan bueno como el anterior. Cuando hayáis visto un par de ellos, veréis a qué me refiero.

viernes, mayo 13, 2011

F1 - 2011. II

Termina la temporada asiática y entramos en la europea, 10 carreras (incluida Canadá en medio) que representan el grueso del mundial; 10 carreras (ahora ya solamente 9) que les quedan a McLaren y a Ferrari para tratar de llegar a las 6 últimas – por Asia y Sudamérica – con algunas opciones de optar al mundial.

Opciones que a día de hoy parecen muy lejanas para todos ellos menos para uno, y es que Vettel y su 3 de 4 en victorias y 4 de 4 poles mete miedo. Casi dobla en puntos a su compañero de equipo, y el que más de cerca le sigue es Hamilton… a casi dos Grandes Premios de diferencia. Y lo peor de todo, que no da muestras de flaqueza. En China cedió, pero en Turquía no tuvo ni que sudar para llevarse otra cómoda victoria.

Eso sí, las carreras están siendo infinitamente más interesantes que en años recientes, la cantidad de adelantamientos en pista y la variedad de estrategias de neumáticos hacen no sólo el trabajo más duro a los comentaristas (Lobato, como siempre, navega en nubes de vapor de sidra admirando a su particular pirámide con ojo alonsista) y a los realizadores de TV, sino que hace que uno se vea las carreras con ganas. Y este año, más que nunca, resulta imprescindible la tabla de tiempos que ofrece la FIA online. Sin ver el vuelta a vuelta que hace cada uno en las vueltas próximas a los cambios de neumáticos, estamos como un pulpo en un garaje.

China
Y por fin llegó el GP en el que Vettel no ganó.



Un error clamoroso en la estrategia de paradas en boxes privó al alemán de cosechar un pleno en la temporada asiática. Saliendo desde la pole, cedió en la primera curva ante los dos McLaren, lo que al parecer le obligó a optar por ir a dos paradas para recuperar la primera plaza (sospecho que podría haberlos adelantado en carrera, pero en fin).



Antológica también fue la cagada de Button, que perdió plaza con Vettel por parar en el hueco del Red Bull en lugar del suyo en la primera parada. Tras el primer baile de paradas, emergió como líder Rosberg, que había parado antes que nadie. Pareció incluso estar en condiciones de luchar por la victoria hasta que retrasó mucho la tercera parada, y vio como los McLaren y los Red Bull le pasaban en las últimas 15 vueltas. Massa también cuajó una gran actuación, y parecía luchar de tú a tú con los primeros, hasta que su equipo decidió que él y Alonso tenían que parar sólo dos veces, lo que los condenó a sufrir un intolerable desgaste de ruedas en las últimas vueltas. Hamilton, muy fuerte toda la carrera, alcanzó el liderato a cuatro vueltas del final, tras superar a un Vettel que se quedaba sin ruedas. Victoria trabajada, sin duda.

Mención aparte merece Webber. Salió el 18, tras quedarse en la Q1 el sábado y sin explicación aparente. Como parte positiva, esto produjo que se ahorrara juegos de gomas para el domingo, pero de ninguna manera esperábamos que fuera a remontar como lo hizo, hasta llegar a la tercera plaza al adelantar a dos vueltas para el final a Button. Vettel, su compañero y poleman, se le quedó a dos segundos. Una vuelta más y el australiano se hubiera podido mear en la oreja de todo su equipo, pero no fue así. No obstante, el cajón fue un premio soberbio para el australiano en, probablemente, su mejor carrera.



Turquía
Nuevo y cómodo dominio del alemán Vettel. Primera línea para los Red Bull el sábado, seguidos de Rosberg, Hamilton, Alonso y Button. Webber cedió la segunda plaza al Mercedes en la salida, que en seguida sufrió de una degradación brutal de neumáticos, y tanto el australiano como Alonso lo superaron antes del primer cambio de ruedas. Mercedes tiene mucho que mejorar en desgaste de sus Pirellis.

Hamilton cometió un error en la salida y cedió plaza con Alonso; hasta el primer reportaje se limitó a defender su plaza con un Button que no le tenía ningún respeto. Lucha bonita entre los McLaren, pero por la 5ª y 6ª plazas, y es que los de Woking bajaron rendimiento con respecto al anterior GP.

En la lucha por el podio, Vettel no tuvo rival (si acaso Webber se le acercó antes del primer cambio de neumáticos), y en la lucha por la segunda y tercera plazas, Alonso sorprendió a propios y extraños plantando cara al Red Bull, e incluso sobrepasándole tras el segundo cambio. Hasta el tercero aguantó, y al cuarto tramo de carrera el australiano, que guardaba un set de gomas duras nuevas (no así el asturiano, que las tenía usadas), le superó y recuperó su plaza. Hamilton, Button y Massa, destrozados por problemas en boxes, terminaron 4º, 6º y 11º respectivamente. Rosberg, impecable, se coló 5º y por lo demás, destacar el noveno puesto de Buemi y el 10º de Kobayashi, que salió el último desde boxes.



Mucho tendrán que cambiar las cosas si alguien quiere acercarse a Vettel. Ferrari parece haberse acercado en Turquía, pero sólo a Webber, el alemán queda aún lejos. McLaren se ha descolgado un poco y tendrá que apretar para volver a rendir a buen ritmo y Mercedes, perdón, Rosberg, por fin se han entonado. Mucho se esperaba de ellos tras la pretemporada y el excesivo desgaste de neumáticos (opuesto a su excelente rendimiento a una vuelta) es un serio handicap.

Del resto de pilotos, comentar que Schumacher ya debe ir pensando en la retirada. En Turquía se dedicó a chocar con todos los coches que tuvo a mano, y a ceder plazas en la pista de forma alarmante. Petrov, Buemi, Barrichello, Massa o Sutil son sólo algunos de los pilotos con los que se “tocó” durante la carrera. Renault están un poco por debajo de lo esperado, y no se acercan al cajón como hicieran en las dos primeras carreras. Kobayashi ha firmado cuatro carreras impecables, y Buemi está sorprendiendo gratamente y ya ha puntuado en dos carreras (ojo Alguersuari).



Da la sensación de que los equipos se van acostumbrando a los neumáticos Pirelli. El sábado está perdiendo peso en favor de guardarse un buen juego de ruedas nuevas de más para el domingo. Ya sabemos que ya no se premia parar más tarde, sino antes, y la idea de ir largo o ir a una parada de neumáticos menos que el resto es la mejor manera de suicidarse. Este año se puede adelantar en pista, así que para todos (salvo para Vettel), ahí se jugarán los resultados: en el rebufo y en la apurada de frenada.






El líder de la VBRL sigue siendo el Grand Mächaka, pero parece que si este año quiere alcanzar el doblete va a tener que pelear más duro. Tras dos primeras carreras venciendo con autoridad, en la tercera tuvo que compartir la gloria con el F1 Niki Lauda. Pero a la cuarta, y tras el cambio sustancial del MOR-through para esta temporada VBRL3, siendo propuesto por el pero equipo de la tanda, todos sus perseguidores han recortado distancias. Consecuencia: tras cuatro carreras hay seis equipos en veinte puntos. El año pasado, a esta altura, sólo tres equipos se mantenían a tan poca distancia del líder.

El MOR-atp, sin causar grandes estragos en las puntuaciones, y no quitando por ahora más de 9 puntos, parece equilibrar los resultados. Pero eso sí, los equipos no pueden subir su puntación de forma infinita, así que tras cuatro carreras sin sanción, algunos de los equipos sufrirán tarde o temprano el nuevo castigo diseñado por el contubernio de la VB.

Mención aparte merece La Alquitara Veloz, que tras haber incurrido dos veces el año pasado en sanción por no presentar la alineación a tiempo, ha vuelto este año a no presentarla a tiempo. Todos esperamos que solvente sus problemas económicos, y encuentre un patrocinador que le permita dedicarse a estudiar la alineación con tiempo suficiente.

En el cuadro inferior se muestran las puntuaciones obtenidas hasta ahora, destacando en amarillo las victorias, en rojo las sanciones (la mitad de los puntos a La Alquitara Veloz, por no haber presentado alineación) y en gris los puntos obtenidos en cada carrera previos al MOR-atp. Hay torneo.

martes, mayo 10, 2011

¿Y si no me lo creo?

Una amiga nuestra, hace tiempo, cuando éramos estudiantes y parecía que la universidad duraría para siempre, nos dijo un día que estaba leyendo “El Código da Vinci”. Se planteó el debate sobre la veracidad o no de ciertos temas del libro y ella fue tajante: “me lo creo todo. No creo que haya nada en el libro que sea mentira. Es más, ¿por qué iba a mentir el autor?” Y punto final al debate.

En otra ocasión, veraneando con unos amigos, otra amiga, que no estaba con nosotros en aquel momento, nos envió un mensaje de texto:

Acabo de poner el telediario de Telecinco, y en un reportaje sobre las vacaciones de verano salíais vosotros en la playa.

Yo dije que aquello era mentira, que nos estaba vacilando, y cuando otro de los amigos me preguntó por qué, le dije que simplemente porque no habíamos visto cámaras de televisión en la playa. Mi amigo se quedó en silencio y reflexionó, y al final dijo: “¡es que tú no te crees nada!”. La diferencia entre mi amigo y yo, no es que yo me diera cuenta del bulo y él no, la diferencia era que él estaba más a gusto creyendo aquella mentira que pensando en la anodina realidad: nadie iba a grabarnos para la televisión. Recuerdo que entonces pensé si a veces no sería más astuto creerse las cosas, que saber que son mentira…



A las primeras planas de la prensa saltó hace un par de semanas la noticia del asesinato de Bin Laden y el posterior lanzamiento al mar de su cadáver. No se han mostrado fotos del fallecido, pero hasta parece que la propia Al Qaeda ha confirmado la noticia. A los pocos minutos de la publicación del suceso, ya se podían ver imágenes de celebraciones espontáneas en diversos puntos del globo, especialmente Nueva York. Todo muy de película. Por un lado, resulta difícil creerse toda esta operación, diez años después del 11-S, con Bin Laden viviendo en un chalet cerca de oficinas de policía paquistaníes en lugar de en una cueva en los montes de Afganistán. Pero por otro lado poco importa que sea real o no, se trata de un símbolo. Un símbolo él, y otro símbolo su muerte. Yo no creo que vanagloriarse de ciertas muertes sea lo más cabal, y aunque entiendo que la ex mujer de un bombero del FDNY fallecido en el 11-S piense que se ha hecho justicia, no creo que los líderes del mundo con Obama a la cabeza deban considerar el suceso como “una gran noticia”.

Pero iría más allá. Nunca he entendido yo muy bien cómo funciona esto de Al Qaeda. Tal y como la prensa lo pinta, es una especie de Internacional Terrorista Islámica, que comete atentados en cualquier parte de la esfera terrestre: EEUU, Reino Unido, España, pero también Marruecos, Kenia, Indonesia, Pakistán, o donde sea necesario. Según parece, Bin Laden y los suyos dirigían, entrenaban y suministraban armamento a toda una red de células terroristas, pero sin moverse de unas montañas en Afganistán. Algo así como si el Comandante Cobra fuera el malo del Inspector Gadget; un tipo sin cara que no se mueve de su silla, que nosotros no sabemos dónde vive, pero que él todo lo ve y todo lo sabe gracias a una pantalla que retransmite lo que sea. Y mientras tanto no deja de acariciar a un gato con su guante de metal.

Esta especie de Cid Campeador del “lado oscuro” ha servido a los gobiernos de todo occidente para justificar aumentos de presupuestos en Defensa, modificación de leyes de protección de datos y privacidad, creación de cuerpos especiales que no tienen que obedecer más que al Presidente del Gobierno, y demás medidas propias de 1984, de Orwell. El doblepensamiento palpable en todo este asunto es alarmante. Cualquier diría que ha habido mucha gente interesada en fomentar la leyenda de Bin Laden y de Al Qaeda, tal y como una madre amenaza a su niño con el hombre del saco. Cuidado, que viene Bin Laden; nos han susurrado durante diez años.

Ojo, con todo esto no pretendo ni mucho menos menospreciar ni ignorar los tristes atentados que han tenido lugar en esta última década en diversas ciudades. Simplemente me quejo de la explicación tan “simple” que se nos ha dado del tema: hay una mano oscura que todo lo abarca, y ellos nos atacan a nosotros porque sí, porque son malvados y eso es lo que hacen, atacar porque sí. Y otra cosa más. Tampoco creo que el tratamiento que le han dado a Bin Laden ayude en absoluto a cerrar la brecha que se está abriendo entre Occidente (laico-cristiano) y el mundo Islámico (Oriente Medio, parte de Asia y parte de África, zonas en las que abundan países del Tercer Mundo).

Al que no le parezca que este tratamiento de Occidente es erróneo, habría que contarle la historia de un antiguo líder rebelde. Vivía en Oriente Medio y al parecer defendía a un puñado de insurgentes, esclavos de hecho, a los que llamaba a rebelarse contra el poder establecido con máximas como “todos somos iguales”, o “ellos no tienen más derechos que nosotros”, o “tú tienes derecho a vivir tan bien como ellos”. Ese hombre ganó en importancia hasta el punto de que los gobernantes de la época decidieron acabar con él, creyendo que así se acabaría la revuelta. Nada más lejos de la realidad, su historia fue creciendo y fueron naciendo leyendas alrededor suyo, la imagen que quedó de él tras su muerte inspiró a mucha gente y les invitó a seguir luchando contra esa diferencia de clases, hasta que siglos después esa nueva corriente religiosa, inspirada por aquel hombre y los mitos sobre su vida, se convirtió en el poder establecido, dando la vuelta a la tortilla.

Seré una persona escéptica, que recela de creerse las historias y las opiniones que le llegan demasiado mascadas y digeridas como para que no resulten sospechosas, pero mirad las fotos de la gente acudiendo a la casa de Bin Laden, así por curiosidad, pero sin darse cuenta de que quizás están comenzando una especie de peregrinación, una especie de rito, y reconoceréis que todo esto resulta un tanto irónico.

martes, mayo 03, 2011

Sergio y Estíbaliz

Sergio, como muchos otros chavales de provincias, se fue a Madrid a estudiar sus años universitarios. La facultad de periodismo de la capital de provincia de turno que le quedaba más cerca de casa no cubría sus expectativas, y mucho menos la capital en sí. Madrid se abría ante él como una puerta al infinito, donde se puede hacer de todo y uno nunca se cansa de ver cosas nuevas. Esto fue lo que le contó a sus padres y ellos le creyeron, o al menos le dejaron partir. Una vez allí, la falta de capital y la falta de ganas transformaron aquel anhelo en un simple hay más bares de los que te puedas imaginar, aunque tampoco aquello estaba mal.

Y fue en uno de ellos donde conoció a Estíbaliz. De Madrid de toda la vida, vivía cerca de la calle Princesa, y todas las mañanas de su vida, desde que era niña, se había despertado viendo por su ventana el Templo de Debod. Sus inquietudes de juventud (o la carencia de ellas) la habían llevado a estudiar Psicología. Estaba celebrando que había terminado los exámenes de febrero con unos amigos. El niño gusano tocaban en el escenario, y Sergio bebía con el codo apoyado en la barra. Ella llegó a su lado, le pidió al camarero un botellín y sacó un cigarrillo. Él le dio fuego.

Cuatro años después, habiendo terminado los dos la carrera y tras cuatro meses de búsqueda estéril de trabajo, los padres de Sergio se pusieron manos a la obra y tiraron de contactos para encontrarle un trabajo al chaval de comercial en una gran empresa local. Él tuvo que abandonar su sueño de ser el nuevo Iñaqui Gabilondo; ella aceptó probar la vida en un pueblo (de unos 200.000 habitantes) y su madre lloró un poco en la estación de tren. “Cuídamela, que es mi única hija” le recordó a un comprensible Sergio.


La vida en el pueblo (Estíbaliz tuvo que dejar de llamarlo así cuando vio que a los locales no les hacía mucha gracia) era placentera para los dos. No se podían negar los beneficios de vivir en una ciudad más pequeña: los pisos eran más baratos, las distancias más cortas, la relación con los vecinos más amistosa y cercana, y los bares y restaurantes mucho más accesibles. Sumando a todo esto que Sergio cobraba bien, aunque también es cierto que Estíbaliz tampoco tenía mucha suerte encontrando trabajo allí, se puede decir que disfrutaban la vida. Salían a tomar un vino casi a diario, solos o con los amigos de Sergio, que recibieron calurosamente a la extranjera, y cenaban fuera unas cuatro veces por semana. Durante el día, ella ocupaba su tiempo en hacer cursos a distancia, en buscar trabajo (y en eso sus suegros hacían lo que podían por ayudarla) y también se encargaba de más tareas domésticas. Él por su parte, aprendía el oficio poco a poco y le empezaba a picar e gusanillo de las ventas, los variables y las primas.

Tan bien les iba que al año decidieron comprarse una casita. En las afueras (pero claro, no muy lejos del centro) y además una verdadera casa, nada de esos pisos en los que se meten hoy en día los chavales en las ciudades, que parecen ataúdes. Tenían su jardincito, sus dos pisos y su azotea, y allí cabían ellos enteros con sus propiedades: la televisión, la nevera, la lavadora, un sofá, una mesa baja, una play 3, una wii, una cama, dos mesitas de noche, dos flexos y siete macetas de maría.

Otro año pasó y ya eran dos sin que Estíbaliz encontrara trabajo, lo que la llevó a pasar del agobio a la desesperación y más tarde y mirándolo por el lado bueno, al desdén que sentía ahora. Afortunadamente los ingresos de Sergio suplían con creces la falta de un segundo sueldo, y su progresión en la empresa era más que notable. El director comercial, amigo de la infancia de su padre bien lo sabía, y no había tenido que interceder lo más mínimo en su carrera; él sólo se había ganado un puesto a su lado, como comercial de exportaciones. El aspecto negativo de todo esto para Sergio y Estíbaliz era que ahora él debía viaja mucho, y cada mes se pasaba una semana fuera en algún país de Sudamerica. Fue a la vuelta de uno de sus viajes que Sergio le regaló a Estíbaliz un perro, Machete. Un precioso cachorro de American Stanford que se comía los pomos de las puertas y las patas de madera de las sillas (lo que arreglaron yendo una tarde al Ikea y comprando media docena de sillas plegables de plástico). Dormía fuera en el jardín (que juguetonamente barrió a la segunda semana y permitió que lo cambiaran por un césped artificial mucho más agradable) salvo la semana que Sergió viajaba, en la que Estíbaliz lo dejaba entrar a dormir para que le hiciera compañía.

Al tercer año la pareja estaba sumida en una más que envidiable estabilidad. Él tenía su buen trabajo, con lo que ella no necesitaba trabajar; una señora les ayudaba con la casa un par de veces por semana y para comer se las apañaban como podían, tirando de los tupper que la madre de Sergio les tenía preparados todos los domingos, día de comida familiar. Machete ya era todo un perro, al que tenían que sacar con su bozal y su correa cogida al cinturón para que no se escapara y triturara cualquier cosa que se le cruzase a su paso. Sergio tenía que viajar cada vez más y los fines de semana que pasaba en casa necesitaba juntarse con sus amigos, cosa que Estíbaliz comprendía. Allí se juntaban media docena de chavales con bandejas de maría, diez litronas en la nevera y el motero de Telepizza que se sabía el camino de memoria. Entre semana Estíbaliz había conseguido terminar el wii sports, el wii sports academy y el wii sports masters gold academy, además de haber conseguido siete medallas de oro en su granja de facebook por su excedentes productivos de zanahorias, maíz y ovejas. Había adquirido la agradable costumbre de tener siempre una botella de vino blanco abierta en la cocina, para cocinar. Los sábados, Sergio y sus amigos habían conseguido que el Barcelona, ascendido a país, ganase el mundial de fútbol en doce ediciones consecutivas, el primer equipo en ganar todos los campeonatos mundiales de medio siglo, un récord histórico sin duda alguna. La vida les sonreía, pensaban al acostarse por las noches.

Cierto viernes por la tarde, Sergio llegó a casa y se encontró a Machete en el salón. Debía de llevar unas cuantas horas encerrado en la casa, porque había tenido tiempo de comerse una pizza (con caja de cartón incluida), abrir la carcasa de la play, esparcir los cogollos por todo el salón y mearse en el sofá. Un mando de la wii nunca llegó a aparecer. Machete, visiblemente relajado, mordisqueaba los restos de un nota que Sergio sólo se atrevió a hojear una vez el perro se hubo cansado. La cogió haciendo pinza con dos dedos, como si aquella nota babada fuera una prueba en la escena del crimen. Ya sólo se podía leer una frase: “… y tampoco me escribas.

Estíbaliz”

Al día siguiente el F.C.Barcelona conquistó su decimotercer mundial de fútbol consecutivo.