lunes, diciembre 20, 2010

LCC EN CASA DE LGP



Efectivamente amigos, estáis de enhorabuena, vuelve La Cocina de Caesar, una sección capaz de abrir estómagos y levantar ampollas al mismo tiempo. En esta ocasión, me desplacé a casa de la gocha pumarín (LGP, de ahora en adelante Easy Bert) y Andre (de ahora en adelante Missis T) para prepararles un plato hipercalórico con el que pretendo acallar los rumores que vinculan LCC con la cocina macrobiótica y otres foliataes. Lo siento por el lagarto, hace falta horno. Comprometo mi honor, bueno mejor el de Miññññ para que la cosa tenga valor, a que la próxima receta será apta para charcas y ríos. Sin más dilación, hoooooyyyy, en La Cocina de Caesar......

SETAS RELLENAS..... la de mi madre!

Ingredientes:

Setas (como siempre, cuanto más grandes mejor)
Unas rodajas de jamón serrano
Unas lonchas o trozos de queso (no demasiado fuerte)
1 bote de nata
1 cebolla
Un bote de salsa de setas, para hacer un poco de trampa
Pan rayado
Huevo
Aceite de oliva
Un paquete de queso para gratinar
Fame, mucha fame.

Ya sabéis, primero siempre leer la receta, visualizarla (aquí veis la cara de concentración de Easy), poneros el mandil y lavar bien las manos. Después

toca lavar las setas y cortarles el tallo. El objetivo es dejarlas los más "planas" posibles (lo más nanobercianas posible) para que sea más sencillo hacer los
libritos. Después con la cebolla y los trozos del tallo de la seta que hemos cortado, hacemos un sofrito. Cuando esté dorado le añadimos y el bote de salsa y lo dejamos unos minutos a fuego lento, añadimos la nata y lo volvemos a dejar unos minutos. Cuando los sabores hayan finalizado su fusión cuántica, pasamos la salsa por la batidora para quitar los tropezones y dejarla fina, fina.
En un plato ponemos pan rayado y en otro huevo batido. Encima de una seta ponemos un trozo de jamón y otro de queso, y lo cerramos con otra seta. Después, y esto con cuidado porque es la parte más delicada del proceso, rebozamos el librito en huevo y pan rayado y lo echamos a una sartén con aceite. Le damos la vuelta y lo sacamos cuando tenga ese color tostado que nos gusta, como les mozuques en veranín. Cuando hemos empanado y frito todos los libritos, los ponemos en una bandeja y les echamos encima la salsa. Lo cubrimos con el queso para gratinar y lo metemos al horno, este debe estar y caliente, unos 20-25 minutos.

Este es el resultado:



Y esta la cara de gozo que se te pone cuando lo pruebas:


Ya tenéis otra receta, a ver si alguno se anima a probarla. Y recordar, cocinar es fácil si elegís la receta adecuada.

sábado, diciembre 18, 2010

Wikileaks mató a mi madre y violó a mi padre

Más o menos eso es lo que nuestros amigos de los EEUU deben querer que piense todo el mundo. Qué va a ser de nosotros ahora que todos estamos expuestos, qué va a ser de la diplomacia mundial ahora que hay un tipo por ahí suelto con pintas de albino (como el malo de El Código da Vinci. A mí me parece que lo que ese libro contaba es verdad. No se puede negar que Juan es una mujer en el cuadro de da Vinci. Si es que es súper descarado), qué va a ser ahora de los medios de comunicación, la prensa escrita se va a morir, a Internet lo van a censurar, y a la tele… en la tele sigue María Escario, así que está a salvo.

Y uno no puede evitar preguntarse ¿y la verdad?, ¿es que a nadie le importa un coño la verdad? Pues parece que no. La verdad es algo subjetivo… depende de quién te lo cuente… yo ya no sé a quién creer… quién no me dice que el tío este de Wikileaks se lo ha inventado, porque ya me dirás a mí cómo ha tenido él acceso a toda esa información, ¿cómo la ha conseguido? Claro, si es que en Internet lo que falta es seguridad. Ahora yo ya no me atrevo a hacer transferencias bancarias porque puede llegar cualquier tío como este y robarme el dinero, y entonces a ver qué hacemos. No, si está claro, lo que hay que hacer es legislar Internet. Eso es lo que hace falta. Vale. Muy bien. Pero ya llevamos dos párrafos y todavía no hemos hablado de lo importante.

¿Y qué es lo importante? Pues lo diré bien clarito. A mi juicio, hay tres aspectos sobre los que merece la pena debatir en todo esto del wikileaks, lo demás es morralla. Uno, la verdad puesta en evidencia por los documentos publicados. Dos, la vergonzosa actitud de la prensa española haciendo vacío a este tema simplemente porque hay un periódico con ventaja. Y tres, el bochornoso espectáculo que hemos tenido que presenciar con el tema del arresto del albino. Hasta los controladores aéreos se solidarizarían con este tipo.

En plena era de la Información, nos estamos quedando sin adjetivos para cada nuevo acontecimiento. El evento del año, del siglo, del milenio… las noticias caen por su propio peso antes de darse a conocer. Así pues, a nadie le extraña que la filtración a través de Wikileaks de más de 200.000 documentos internos que muestran los hilos de comunicación del Gobierno central de los EEUU con la diplomacia presente en todo el mundo, se haya presentado como el megaevento que va a cambiar la forma de dar las noticias. Y eso ya molesta a la gente. A fin de cuentas, lo que esta filtración pone en evidencia es que todos los amigos de la Teoría de la Conspiración pueden dormir tranquilos: ¡Era verdad! Todo lo que soñamos acerca del poder y nunca se atrevieron a confesarnos va y resulta que es cierto, la diplomacia mundial opera al margen de la ley y tira de contactos y de influencias para conseguir sus objetivos. ¿Y podemos meter en la cárcel a alguien? Difícil estaría y tampoco creo que sea el objetivo; al y al cabo tan sólo se trata de emails entre colegas, como quien dice. El problema es que en lugar de hablar del partido de anoche comentan los sobornos a jueces, las presiones a ministros y los cotilleos de pasillo acerca de los intereses de China en Corea. Pero no dejan de ser eso, (amenazantes) cotilleos.

Y por ponerle una pega a toda esta avalancha documental, hay que comentar algo que hasta donde yo he leído se ha pasado por alto: Wikileaks va a morir por aplastamiento. De más de 200.000 folios en concreto. La crisis entre Marruecos y España, en una situación normal, ocuparía dos semanas en la prensa; lo de Litvinenko duró más de un mes; la tensión entre las Coreas podría alargarse más incluso. Pero claro, a un ritmo de un cable cada diez minutos, a las tres semanas a mí me cuesta recordar así de primeas una docena de asuntos que se hayan destapado. Me desbordan. La avaricia rompe el saco, que se dice.

Por otro lado, la prensa española (la que mejor puedo seguir) me ha defraudado mucho con este tema (aunque Escolar lo está siguiendo bien de cerca). El País se ha volcado de forma desmesurada (entiendo que no es para menos), pero es que el resto de los medios lo han ninguneado. El Mundo, ABC, El Correo, y no me preguntéis por los noticiarios de la televisión porque me hierve la sangre (ahora mismo en La Primera María Escario está comentando que hoy a Cristiano Ronaldo unos admiradores se le han acercado y le han pedido que les firme una berenjena que les ha salido con una mancha que parece la cara de la mismísima estrella merengue). Pardiez (dijo Alatriste), han pasado por encima de todo este asunto de forma descarada. Y es que uno puede entender el desprecio que han sentido al ver cómo El País ha sido elegido junto a sólo otros cuatro periódicos mundiales (Der Spiegel, Le Monde, The Guardian y el New York Times) como la élite mundial del periodismo, los paladines de la información. Ahora eso sí, de sentirse marginado a pasar por encima de las noticias aquí reveladas (por Dios, Zapatero, en cuanto llegó Obama a la Casa Blanca, ofreció la base de Rota como candidata a albergar el Cuartel General del AFRICACOM, mando del ejército americano en África (¡) ¿es que a nadie le parece importante?), hay un trecho. Que sigan hablando del estado de ánimo de Cristiano Ronaldo y de las berenjenas con caras de personas, que así nos luce el pelo.

Y si la prensa española ha ignorado al wiki de moda, casi más lamentable es el trato que le ha dado la media internacional. El asunto de los cables del gobierno americano ha derivado en un asunto mucho más truculento: Julian Assange se folló a dos suecas, por separado, aunque parece que a ellas no les gustó cómo se portó y después se fueron, juntas, a denunciarlo (para los curiosos, aquí y aquí tenéis suculentos relatos de la bochornosa historia). Al día siguiente este hombre era el enemigo público número uno, y la Interpol dio la orden de búsqueda y captura contra el hacker-periodista-presunto violador de moda. A parte de hacer famosas a esas dos chicas, al parecer feministas y cristianas y suecas, y de elevar el protagonismo de Assange en todo esto a cotas jamás soñadas por un albino, lo único que se consiguió fue desviar la atención de lo importante. Que miren al continente y se olviden del contenido. Qué tomadura de pelo tan tonta.

Son poquísimas las voces (de gente conocida, las anónimas clamamos contra el cielo) que han calificado esta pantomima de lo que es, una absoluta vergüenza. Ha tenido que venir Lula, ya por encima del bien y del mal, a dar lecciones. También hay gente como Chomsky que dice cosas interesantes pero claro, Chomsky es un peligroso rojo antipatriota así que ya sabemos lo que va a decir.


Una vez más, los buenos (el Gobierno de los EEUU) ganan, y los malos (los albinos que piratean ordenadores) pierden. Mientras el Gobierno norteamericano nos prohíbe leer los documentos, resulta increíble como la diplomacia mundial (y no necesito cables que me lo demuestren), ha convertido una publicación masiva de documentos que los ponían en evidencia, en un culebrón de media tarde de dimensiones globales (excelente actuación de la Interpol, por cierto. Yo no sabía que ahora ponen órdenes de búsqueda y captura a todos los presuntos violadores del mundo.)

Sólo queda lamentarse por la ocasión perdida, y porque, como siempre, todo va a peor. De toda esta historia dudo que se cambie la forma de actuar de la diplomacia mundial (de la misma forma que tras una crisis financiera neocapitalista se ha apostado por un capitalismo aún más radical), pero seguro que acabamos sacando una ley de “protección de datos” para Internet que al final, ironías del destino, acabará dando permiso a cualquier Gobierno para entrar en mis cuentas, ya sean bancarias o de correo, bajo el pretexto de que soy un presunto hacker-espía-albino (en el orden en que prefiráis). El infierno son ellos, y yo me miro al espejo y ya empiezo a ver la berenjena.

viernes, diciembre 10, 2010

Dos lecciones de un Nobel

Una:

    “Desde que escribí mi primer cuento me han pregunta si lo que escribía “era verdad” (…) En efecto, las novelas mienten –no pueden hacer otra cosa- pero esa es sólo una parte de la historia (…) Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener. En el embrión de toda novela bulle una inconformidad, late un deseo insatisfecho (…).
    No se escriben novelas para contar la vida sino para transformarla, añadiéndole algo. En las novelitas del francés Restif de Bretonne la realidad no puede ser más fotográfica, ellas son un catálogo de las costumbres del siglo XVIII francés. En estos cuadros costumbristas tan laboriosos, en los que todo semeja la vida real, hay, sin embargo, algo diferente, mínimo pero esencial. Que, en ese mundo, los hombres no se enamoran de las damas por la pureza de sus facciones, la galanura de su cuerpo, sus prendas espirituales, etcétera, sino exclusivamente por la belleza de sus pies (…). De una manera menos cruda y explícita, y también menos consciente, todas las novelas rehacen la realidad –embelleciéndola o empeorándola- como lo hizo, con deliciosa ingenuidad, el profuso Restif. En esos sutiles o groseros agregados a la vida, en los que el novelista materializa sus secretas obsesiones, reside la originalidad de una ficción. Ella es más profunda cuanto más ampliamente exprese una necesidad general y cuantos más numerosos sean, a lo largo del espacio y del tiempo, los lectores que identifiquen, en esos contrabandos filtrados a la vida, los demonios que los desasosiegan. ¿Hubiera podido yo, en aquellas mis novelas, intentar una escrupulosa exactitud con los recuerdos? Ciertamente. Pero aun si hubiera conseguido esa aburrida proeza de sólo narrar hechos ciertos y describir personajes cuyas biografías se ajustaban como un guante a las de sus modelos, mis novelas no hubieran sido, por eso, menos mentirosas o más ciertas de lo que son.
    Por que no es la anécdota lo que decide la verdad o mentira de una ficción. Sino que ella sea escrita, no vivida, que esté hecha de palabras y no de experiencias concretas. Al traducirse en lenguaje, al ser contados, los hechos sufren una profunda modificación. (…) Al elegir unos hechos y descartar otros, el novelista privilegia una y asesina otras mil posibilidades o versiones de aquello que describe: esto, entonces, muda de naturaleza, lo que describe se convierte en lo descrito ¿Me refiero sólo al caso del escritor realista, aquella secta, escuela o tradición a la que sin duda pertenezco, cuyas novelas relatan sucesos que los lectores pueden reconocer como posibles a través de su propia vivencia de la realidad? Parecería, en efecto, que para el novelista de linaje fantástico, el que describe mundos irreconocibles y notoriamente inexistentes, no se plantea siquiera el cotejo entre la realidad y la ficción. En verdad, sí se planeta, aunque de otra manera. La “irrealidad” de la literatura fantástica se vuelve, para el lector, símbolo o alegoría, es decir, representación de realidades, de experiencias que sí puede identificar en la vida. Lo importante es esto: no es el carácter “realista” o “fantástico” de una anécdota lo que traza la línea fronteriza entre verdad y mentira en la ficción.
    A esta primera modificación –la que imprimen las palabras a los hechos- se entrevera una segunda, no menos radical: la del tiempo. La vida real fluye y no se detiene, es inconmensurable, un caos en el que cada historia se mezcla con todas las historias y por lo mismo no empieza ni termina jamás. La vida de la ficción es un simulacro en el que aquel vertiginoso desorden se torna orden: organización, causa y efecto, fin y principio. La soberanía de una novela no resulta sólo del lenguaje en que está escrita. También, de su sistema temporal, de la manera como discurre en ella la existencia: cuándo se detiene, cuándo se acelera y cuál es la perspectiva cronológica del narrador para describir ese tiempo inventado. Si entre las palabras y los hechos hay una distancia, entre el tiempo real y el de una ficción hay un abismo (...).
    Las novelas tienen principio y fin y, aun en las más informes y espasmódicas, la vida adopta un sentido que podemos percibir porque ellas nos ofrecen una perspectiva que la vida verdadera, en la que estamos inmersos, siempre nos niega. Ese orden es invención, un añadido del novelista, simulador que aparenta recrear la vida cuando en verdad la rectifica. A veces sutil, a veces brutalmente, la ficción traiciona la vida, encapsulándola en una trama de palabras que la reducen de escala y la ponen al alcance del lector. Éste puede, así, juzgarla, entenderla, y, sobre todo, vivirla con una impunidad que la vida verdadera no consiente.
    ¿Qué diferencia hay, entonces, entre una ficción y un reportaje periodístico o un libro de historia? (…) La respuesta es: se trata de sistemas opuestos de aproximación a lo real. En tanto que la novela se rebela y transgrede la vida, aquellos géneros no pueden dejar de ser sus siervos. La noción de verdad o mentira funciona de manera distinta en cada caso. Para el periodismo o la historia la verdad depende del cotejo entre lo escrito y la realidad que lo inspira. A más cercanía, más verdad, y, a más distancia, más mentira (…). Toda buena novela (por su parte), dice la verdad y toda mala novela miente. Porque “decir la verdad” para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y “mentir” ser incapaz de lograr esa superchería, (…) sin “ilusión” no hay novela (...).
    En el corazón de todas las novelas llamea una protesta. Quien las fabuló lo hizo porque no pudo vivirlas y quien las lee (y las cree en la lectura) encuentra en sus fantasmas las caras y aventuras que necesitaba para aumentar su vida. Ésa es la verdad que expresan las mentiras de las ficciones: las mentiras que somos, las que nos consuelan y desagravian de nuestras nostalgias y frustraciones (...).
    Por eso, cuando la vida parece plena y absoluta y, gracias a una fe que todo lo justifica y absorbe, los hombres se conforman con su destino, las novelas no suelen cumplir servicio alguno. Las culturas religiosas producen poesía, teatro, rara vez grandes novelas. La ficción es un arte de sociedades donde la fe experimenta alguna crisis, donde hace falta creer en algo, donde la visión unitaria, confiada y absoluta ha sido sustituida por una visión resquebrajada y una incertidumbre creciente sobre el mundo en que se vive y el trasmundo. Además de amoralidad, en las entrañas de las novelas anida cierto escepticismo. (…) Sus órdenes artificiales proporcionan refugio, seguridad, y en ellas se despliegan, libremente, aquellos apetitos y temores que la vida real incita y no alcanza a saciar o conjurar. La ficción es un sucedáneo transitorio de la vida. El regreso a la realidad es siempre un empobrecimiento brutal: la comprobación de que somos menos de lo que soñamos. Lo que quiere decir que, a la vez que aplacan transitoriamente la insatisfacción humana, las ficciones también la azuzan, espoleando los deseos y la imaginación (...).

    Los hombres no viven sólo de verdades; también les hacen falta las mentiras: (…) La ficción enriquece su existencia, la completa, y, transitoriamente, los compensa de esa trágica condición que es la nuestra: la de desear y soñar siempre más de lo que podemos alcanzar.

Mario Vargas Llosa, La verdad de las mentiras
Ed. Santillana

Y dos:

miércoles, diciembre 01, 2010

Menos que cero

Suena el despertador. No puede ser, porque yo no tengo despertador y menos en verano, pero alguna alarma ha sonado. Creo que mi hermano, el pequeño, me la ha vuelto a jugar.

Salgo de mi habitación y no veo a nadie por la primera planta. Bajo al salón, y parece que sólo está en casa la limpiadora ecuatoriana, Estíbaliz. Estíbaliz se ofrece a prepararme el desayuno y mientras busco a mi hermano por el jardín, pero no hay rastro de él. Tampoco parece que esté en la piscina y me pregunto de dónde coño habrá salido la alarma.

Voy a la cocina, donde Estíbaliz ya me ha preparado el zumo de naranja y le pregunto si ha oído alguna alarma. Responde que no y me sonríe. En lugar de preguntarle que de qué se ríe, opto por tomarme el zumo y comer algo. Pasada la estéril búsqueda del origen de la alarma me doy cuenta de que tengo una resaca descomunal. Le pregunto a Estíbaliz qué hora es pero ella ya no está.

Subo a mi habitación, me pongo el bañador y cojo el iphone. Bajo a la piscina y enciendo el teléfono, pero antes de mirar los mensajes hago un par de largos para despejar. Me tumbo en la hamaca, y leo los diez mensajes que tengo nuevos. Parece que anoche la liamos pero bien. Jose Carlos me dice que hay que repetirlo otra vez antes de que se termine el verano, el Quique comenta que la coca que pillamos era cojonuda, la mejor que ha probado, y ese capullo ha probado mucha coca. También tengo un mensaje de Tamara. Me dice simplemente: “te quiero. ¿Tú a mí?”. Borro el mensaje. Antes de subir a vestirme miro qué me han dejado en el tuenti y, cómo no, me han vuelto a colgar una foto de la chica pelirroja. Sonríe a la cámara y debajo sólo hay una frase que dice: “Nos ha vuelto a preguntar por ti”, pero yo no entiendo por qué tiene que preguntar por mí una chica con la que no he hablado en mi vida. Además la foto parece que está tomada en uno de esos bares cutres y pequeños de Cimadevilla donde sólo van puretas. Y no me apetece ir a esos bares a buscar a gente que no conozco.



Llamo a mi padre para pedirle el Mercedes pero no me lo coge, así que cojo las llaves y bajo a Villamanín a ver si hay alguien en el Geographic o por ahí. Nadie, todo vacío. La camarera me saluda desde lejos y me grita para que lo oigan los tres paisanos que están tomando café que vaya noche la de ayer; sonrío y me doy la vuelta.

Doy un par de vueltas más con el coche por ahí, a ver si despejo, cuando me llama Alex. Resulta que está con Rivas y con Jaime y con Xabi en casa de Raquel, que vaya para allá. La casa de Raquel es, probablemente, la más grande de Somió. Tiene unas vistas cojonudas de todo Gijón y en las noches de verano, asomado a la terraza de la tercera planta, uno siente que toda la villa le pertenece. Lo malo es tener que aguantar a toda esta panda de borrachos, y justo en el momento que lo pienso me alcanza un balón de voley que me han tirado desde la piscina. Dicen que baje pero yo no tengo ninguna gana. Aún así accedo.

Tengo mi quinto gin tonic en la mano y una sonrisa de gilipollas que no se me quita de la cara. No sé qué pastillas me ha dado el Xabi pero son muy fuertes. Alex se me acerca.
- Vaya, por fin te veo sonreir - me dice mientras me pasa la mano sobre el hombro y me da una palmada-. Por fin tenemos al verdadero George con nosotros.
Me jode que me llamen George, pero Alex siempre lo hace cuanto está pedo, así que decido no hacer ningún comentario, simplemente sigo con mi sonrisa de gilipollas pintada.
- Desde que te fuiste a la capital, tío, a estudiar en la uni, te nos has perdido. Casi no has dado ni señales, y no me irás a decir que esta no es la mejor vida que te puedes pegar a los diecinueve. Creíamos que te habíamos perdido, ¡que te habías hecho del Madrid y todo!
Antes de que yo responda algo se vuelve al resto y les dice que George está aquí, y que está para quedarse. Todos aúllan como aprobándolo, y yo sigo sonriendo. Alex se tira al agua.

Entonces Tamara, a la que todavía no había saludado, se me acerca y mientras me acaricia la espalda me reprocha que no todavía no la haya saludado.
- Me vas a tener que compensar por esto - me susurra y me mete la lengua por la oreja mientras sus manos bajan por mi espalda, y bajan.
Nos vamos a una de las habitaciones vacías de la casa y para hacer conversación le pregunto si sabe cuándo vuelven los padres de Raquel. Y parece ser que hasta octubre nada, que ese ha sido el regalo que le han hecho por cumplir los dieciocho, dejarla sola en la mejor casa de Gijón dos meses.

Ya en la habitación, ella saca una papelina de un bolsillo interior de la falda. Sólo lleva la falda y una camiseta de tirantes, me comenta, porque se ha bañado antes y tenía toda la ropa interior mojada.
- Mejor así, que si no me voy a resfriar.
Prepara dos rayas y después de metérnoslas se abalanza sobre mí diciéndome que me ha echado mucho de menos. Sin saber muy bien por qué, estiro el cuello hacia atrás evitando que me pueda besar, y antes de que yo me arrepienta ella se da cuenta y se coge un buen mosqueo.

Discutimos. Bueno, discute ella porque lo que es yo, no puedo parar de sonreír y claro, eso la cabrea mucho más. Al final me dice que no me comprende, y que he cambiado mucho este año y que ya sabía ella que la distancia iba a acabar con nuestra relación y que la deje en paz. Se pone a sollozar torpemente, falsamente, y saca otra papelina esta vez sí que no sé de dónde y me da la espalda.

Salgo otra vez a la piscina y el ambiente ha cambiado por completo, se les ha cortado el buen ambiente y todo son caras largas, como en un funeral. Al parecer Alex y Quique, que acababa de llegar, han tenido que llevar a Raquel al hospital porque le ha dado algo, no saben muy bien qué es. Primero hablan de que ha podido coger frío en la piscina, luego dicen que quizás el ron no era bueno, que habían comprado la bebida en el Árbol para ahorrar, y finalmente alguien dice por lo bajo, con un hilo de voz, que la coca que se ha metido tampoco habrá ayudado. Y yo, por más que lo intente, no consigo sentir ni un poco de pena. Me da absolutamente igual. Xabi se debe de dar cuenta y a él tampoco le tiene que importar mucho, porque me dice que nos vayamos por ahí, que hoy había concierto en Poniente y que seguro que hay cachondas esperándonos.

Bajamos a Gijón en su Z3 pero antes de tirar para Poniente, me grita para que le oiga por encima del ruido del motor, tenemos que pasar a ver a un colega suyo, que pasa una química cojonuda, así que tenemos que hacer una parada en la Arena.

El colega suyo, que tendrá unos veintialgo, nos está esperando en una esquina de la calle Aguado. Nos pide que bajemos un segundo del coche, que prefiere hacer la transacción en un portal en lugar de ahí en medio con dos tíos montados en un Z3, que eso da mucho cante. En el portal, en lugar sacar la mercancía, coge a Xabi por la camisa con una mano y con la otra saca una navaja y se la pone en la mejilla.
- Ya te vale de hacerte el listo conmigo, pijo de mierda.
- ¿Pero qué dices tío? ¿De qué hablas? - le responde mi amigo, lívido. Yo por mi parte tengo todos los músculos agarrotados, no me puedo mover. Creo que por fin se me ha quitado la sonrisa de la cara.
- Pues de que ya va siendo hora de que me devuelvas mi puta pasta
- ¡Pero si te dije que te pagaba al final de la semana!
- Ni al final ni ostias. O mañana o me quedo con esto - y antes de que Xabi pueda reaccionar le quita la cartera que tenía medio saliendo de un bolsillo del pantalón. Lo suelta y le dice que hasta mañana; mismo sitio y misma hora.


Vuelve a sonar la puta alarma, y esta vez estoy convencido de que está sonando de verdad, pero una de nuevo no encuentro a nadie por casa por más que busque. Por no estar, ni siquiera encuentro a Estíbaliz. Al menos esto me viene bien, y me permite buscar algo de pasta para Xabi por casa, porque anoche me dijo que estaba pelado y que si le podía ayudar a pagar al loco ese. Por un momento me pasa por la cabeza la idea de que todo es un montaje para sacarme pasta y que los dos están compinchados, pero pronto desaparece. Continúo la búsqueda. En la habitación de mi hermano pequeño no hay nada, como siempre, el muy cabrón lo esconde todo muy bien. Pruebo suerte en la de mi hermano mayor, que es más inocente y no suele esconder tanto las cosas. Entro y veo encima de la mesita de noche un libro. Siempre está con libros. Yo creo que prefiere leer libros a salir por ahí el muy capullo. El libro se titula “Menos que cero” y es de un tal Bret Easton Ellis. Seguro que es un coñazo de libro, a saber de qué coño irá. Pero bueno, sigo buscando y parece que con algo de suerte, se puede decir que un par de billetes amarillos son un buen comienzo.